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Las haciendas propiamente entendidas, aparecen desde el siglo XVI, a raíz de las primeras adjudicaciones de estancias y mercedes de tierra, y también por la ocupación de hecho en forma desmedida de las "labranzas indigenas" por parte de los españoles. La casa de hacienda se proyecta en actitud dominante y protectora hacia hacia varios lugares, inmediatos y distantes de su ingerencia. El ingenioso manejo de los elementos de comunicación entre el interior y el exterior, ya sea la calle o el campo abierto, es de una variedad y riqueza dificilmente superada en las arquitecturas contemporaneas
A partir del siglo XVIII, la casa de hacienda se va transformando paulatinamente en casa de recreo, entre otras razones por la importancia de nuevos estilos de vida de nuevos vínculos con los paises europeos, fenomeno que se acrecienta en el siglo XX, lo que propicia el desarrollo del minifundio como célula autosuficiente y productiva. El escenario apropiado para estos cambios no podria ser otro que la casa de campo, convertida en el ámbito ideal de una representación romántica. A partir de los años veintes, con la aparicion del automovil, se propicia la aspiración de alejarse de la tafagada ciudad y con nuevos esquemas arquitectonicos aparecen las viviendas de recreo, retiros voluntarios que rrecurren a diferentes evocaciones para rempresentar su propia fantasía.
Es pues la casa de campo un intento por acercarse al ambiente natural, sin apartarse demasiado de las variedades e intensidades de la atmosfera de la ciudad, puesto que la mayoría de veces responde a la típica concepción espacial y la misma rígida estructura zonal con acentos y jerarquiás en la manera de entender volúmenes y disponer vacios de la ciudad. de todas maneras, parece que se empieza a urbanizar desmedidamente a través de un excesivo parcelamiento, lo que esta trayendo consigo cambio en el paisaje regional, elevando el costo de valorizaci{on y desplazamiento de zonas productivas.
Las preocupaciones por el medio van desde los sentim,ientos románticos respecto a la naturaleza pasando por consideraciones esteticas y de placer, interrogantes respecto a la salud individual y colectiva hasta la pura supervivencia.
Le corbusier soñaba con llevar el campo a la ciudad, y más de uno de sus colegas consciente o involuntariamente, hace usualmente lo inverso; a modo de casa de campo, instalaba un absurdo trozo de ciudad en el campo, para llevar consigo a sus días de ocio, algo de su propio infierno urbano.