AA.VV
El cubo, siendo una figura de extremada sencillez, no parece sin embargo una construcción ordinaria. Lo próximo de su claridad viene unido a su distante abstracción y su perfección cohabita junto a su inadaptabilidad práctica. Así, un cubo que contiene a una casa debe aceptar la superposición de lo exacto de su geometría con lo inexacto del habitar y la intemporalidad de su figura rígida debe reunirse con la palpitante temporalidad de la experiencia doméstica. El cubo es medido, demasiado medido con todos sus ángulos rectos y sus doce aristas de la misma longitud, mientras que la casa, aunque sea pequeña, es desmedida. El cubo es una figura lógica, cerrada, lograda, redonda. Pero la casa es entreabierta, ilógica, imprecisa. La relación entre el cubo y la casa es paradójica.