LOREN MÉNDEZ, MAR
La contribución de la Compañía Guastavino en la historia de la arquitectura estadounidense no se limita a la voluntad de modernización del objeto arquitectónico sino que sus interiores trascienden a la dimensión urbana. La obra guastaviniana refleja así el compromiso academicista con el carácter urbano que la arquitectura debe asumir en la nueva ciudad Estadounidense. La cultura americana eminentemente rural en sus orígenes es empujada por la industrialización en el siglo XIX a una concepción urbana de sus sistemas productivos. La transformación de las meras aglomeraciones en ciudades acontece a principios del siglo XX, acompañado del compromiso urbano de los academicistas y de los ideales de la City Beautiful. Las aspiraciones puramente funcionales y especulativas de su trama en constante regeneración, dejan paso a una arquitectura estable y representativa, capaz de acoger los nuevos usos demandados por la ciudad capital. La construcción de las nuevas infraestructuras, equipamientos culturales y corporativos, docentes y religiosos, e incluso aquella arquitectura que recoge las demandas higienistas, simbólicas o de ocio de la sociedad moderna, hace posible la introducción del espacio público en la retícula funcional heredada; la ciudad penetra en la arquitectura y se queda en su interior. La Compañía Guastavino suple la inexistencia de espacio público en la nueva metrópolis Estadounidense de principios de siglo XX excavando auténticos espacios urbanos en el interior de los edificios.