MALCOLM GLADWELL
EL secreto: cada 2 o 3 páginas te garantiza la lectura de algún hecho sorprendente que nunca habías leído antes, o de una lucubración que mezcla investigaciones multidisciplinares para permitirse contemplar el mundo de una forma completamente nueva (por ejemplo, admitiendo que la gente que tiene éxito no lo tiene porque sea mejor que los demás, o que en ocasiones es más útil la intuición que el análisis concienzudo, o que la gente no es mala o buena, sino malabuena y buenamala según las circunstancias).
Con Lo que vio el perro, Gladwell no regresa con un nuevo y esperado libro. Pero para los que, como el que el que suscribe, estamos ansiosos por un nuevo volumen, Lo que vio el perro constituye un grato entremés. Qué diablos, en sí mismo vale tanto como cualquiera de los anteriores libros de Gladwell.
Y es que lo que encontraremos en Lo que vio el perro es una recopilación de artículos que Gladwell escribió antes de hacerse explosivamente famosos con sus obras. Artículos que en su día ya fueron publicados en las páginas de The New Yorker a partir de 1996.
Gladwell ha realizado personalmente la selección, y los ha agrupado en tres categorías. La primera sección trata sobre los obsesivos, y aquellos quienes Gladwell denomina genios menores. Es decir, no habla de Einstein, sino del inventor de los cacharros de cocina de la teletienda o de los que intentaron revolucionar el mundo del ketchup, intentando destronar a Heinz.
La segunda sección está dedicada a teorías, a los modos de organizar la experiencia. ¿Cómo deberíamos pensar en los sin techo, en los escándalos financieros o en un desastre como el incendio del Challenger?
La tercera sección está orientada a cuestionar las predicciones que hacemos sobre la gente. ¿Cómo sabemos si alguien es malo, simpático o capaz de hacer algo realmente bien?
En todos sus artículos, Gladwell no busca sólo la verdad, más bien trata de que analicemos la realidad desde otro punto de vista, y sobre todo que seamos capaces de meternos en la mente de personajes tan llamativos como César Millán, el presentador de El encantador de perros, que protagoniza otro de los artículos que conforman esta heterogénea antología.
En todos estos escritos, demasiado cortos para aburrir (bueno, Gladwell nunca aburre), no tan largos como para profundizar tanto como lo hace en sus otros libros, descubriremos algunas de las ideas y obsesiones que más tarde cristalizarían en sus tres obras posteriores. Obras que, como Lo que vio el perro, os recomiendo encarecidamente que leáis si buscáis un poco de divulgación diferente al resto.