MUNDO, DANIEL
Usuamente se considera que el fraude es una experiencia negativa, censurable. Se lo emparenta con el engañar o hasta con el robar. También remite al acto por medio del cual se quiere hacer-pasar una cosa o un hecho "falsos" por verdaderos. Resuena un eco ético en el término: el fraude, para el sentido común, sería una práctica incorrecta, inmoral, que debe penarse y castigarse. Lo que se pureba en este libro no consiste en una apología del fraude, no se trata de avalar el engaño, la libertad violada, la ilusión deshecha y aterrizar en un relativismo inconsistente, sino de resignificar el término y la práctica del fraude, más allá de su valor moral.
El fraude quedaba del lado del engaño, la mentira, la ocultación o la copia en un mundo en el que lo que valía era la verdad, la transparencia y la autenticidad. Ahora sospechamos que detrás del juego de la mostración y del encubrimiento sólo existen fantasmas. Como sea, ese mundo dicotómico desapareci´ó. En la actualidad (y quizás siempre) el criterio de verdad válido es un criterio fraudulento. Fraude es un híbrido en el que conviven verdad y mentira, original y copia, auténtico e inauténtico, felicidad y desgarramiento.